Alrededor de las ocho y media de la tarde, cuando terminó la reunión y los concurrentes empezaron a salir del recinto de la iglesia, se desencadenó el caos: un grupo de hombres robustos con armas y radiotransmisores salió de varios vehículos estacionados en la calle desde los que les estaba esperando y se abalanzó sobre ellos. Gritos, empujones, carreras, golpes...
Otra de las fundadoras de las Madres de Plaza de Mayo, Beatriz de Neuhaus, cuya hija Beatriz Haydee estaba detenida y en paradero desconocido, había avanzado unos metros por la calle frente al templo cuando vio cómo una de sus compañeras, María de Cerruti, era empujada contra la pared por los desconocidos mientras gritaba “¡Que nos llevan!” con los brazos en alto.
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Seis familiares de desaparecidos y Domon fueron detenidos frente a la Iglesia de la Santa Cruz. |
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A sólo tres metros de Neuhaus, Esther Ballestrino y María Ponce eran esposadas e introducidas a la fuerza en un auto. La primera había comenzado a frecuentar la iglesia de la Santa Cruz mientras buscaba su hija, Ana María Careaga, secuestrada en junio de 1977 con sólo 16 años y tres meses de embarazo. Y cuando ésta fue liberada el 30 de septiembre de 1977 tras haber pasado tres meses y medio en otro centro clandestino de Buenos Aires, el Vesubio, su madre la acompañó para dejarla a salvo en Brasil y luego regresó a Argentina para seguir ayudando a sus compañeras. Éstas le decían que no se preocupara más, que se dedicara a cuidar a su hija, pero ella insistió.
- Yo estoy aquí por los otros, ¿cómo me voy a ir? Hasta que no aparezca el último de los detenidos yo voy a seguir acompañándolas – les replicaba.
Ponce había comenzado buscando a su hija Soledad, que fue liberada antes de esa Navidad, pero después de la desaparición de otro hijo, Óscar.
Detenidas "por drogadictas"
Beatriz de Neuhaus pudo oír a Ballestrino preguntar en voz baja mientras las aprehendían: “¿Por qué?”. Ella le hizo la misma demanda a uno de los hombres:
- ¿Por qué se las lleva?
- Por drogadictas. ¡Camine!
Lo mismo estaba sucediendo detrás de Neuhaus con Alice Domon, a la que dos de los supuestos policías le habían esposado las manos a la espalda. Agarrándola por el cabello, la metían en otro vehículo. Mientras, en el interior de la iglesia continuaban la misa con los parroquianos ajenos a lo que estaba pasando fuera.
Ángela Auad, una expresa política que se había mudado desde Tucumán y ayudaba a los familiares de otros detenidos, había acudido ese día a la reunión en la Santa Cruz con tres niños: las dos hijas de la familia que la acogía en Buenos Aires y un primo de ellas. De repente tres o cuatro personas los rodearon, la arrancaron violentamente de las manos de los menores y la obligaron a agacharse. Mientras era arrastrada de los pelos hacia otro auto, pedía ayuda a gritos para los niños. Uno de esos hombres amagó con llevárselos también, pero llegó otro y lo detuvo.
- No, boludo. ¿A los pibes para qué los quieres?
Ahí se quedaron solos, llorando, hasta que una mujer los llevó al interior de la iglesia y los dejó en la sacristía.
Robaron el dinero
- Sigan, este es un operativo por drogas - decían los secuestradores mientras atrapaban también a Patricia Oviedo, una estudiante de Medicina de 24 años sin ningún tipo de militancia política salvo la frenética búsqueda de su hermano, capturado unos meses atrás. Y a Gabriel Horane y Raquel Bullit, dos estudiantes miembros de Vanguardia Comunista que habían estado casados y cuyo cuñado estaba desaparecido.
Otro de los participantes en el operativo golpeó a Oronzo Mastrogiacomo, el miembro del grupo de familiares que había recolectado el dinero para la solicitada, y le arrebató el sobre donde llevaba los 14.000 pesos que habían reunido.
En total, siete personas “detenidas por drogadictas”. Se hubieran llevado a más, pero pidieron esposas a los compañeros de los vehículos y se habían acabado. |