Si en vez de en Capuchita Pastoriza hubiera estado en Capucha o en la Pecera, donde los presos estaban en contacto con los torturadores de la Unidad de Tareas 3.3.2, en vez de con los miembros del SIN, Lila Pastoriza habría podido enterarse de cómo se había ido gestando la detención de las madres, como lo hicieron otros compañeros, angustiados por su impotencia ante lo que se avecinaba.
Habría atestiguado todo el alboroto que habían organizado los miembros de la Unidad de Tareas en los días anteriores en la ESMA. La mayoría de ellos se había movilizado para ir a “chupar” a lo que parecían considerar una importante cédula subversiva, formada en su mayor parte por señoras ya mayores.
 |
Varios componentes del grupo de la Santa Cruz fueron vistos con signos de torutra en Capucha. |
|
Habría tenido conocimiento de que ya tres días antes, el jueves, los que hacían trabajos forzados en el sótano había sido subidos a Capucha ante la llegada un nutrido grupo de víctimas nuevas y que momentos después de su arribo empezó nuevamente a sonar a todo volumen el tocadiscos. Habría visto después en Capucha a los componentes del grupo de la Santa Cruz que no estaban en Capuchita, incluida Alice Domon.
En el sótano, Ricardo Coquet pudo ver en la "Avenida de la Felicidad" a 10 o 12 personas sentadas en un banco esperando a ser “interrogadas” mientras escuchaban los gritos de los que estaban en esos momentos en la sala de tortura.
Madres torturadas
Por esas fechas la represión estaba en pleno auge y el número de cautivos en Capucha se acercaba probablemente al centenar. Así que, aunque los responsables del campo de concentración extremaron las medidas para evitar el contacto de las víctimas del grupo de la Santa Cruz con el resto de secuestrados, fueron muchos los que las vieron, llenas de moretones y golpes y síntomas de haber sido picaneadas.
Acosta regresó precipitadamente para hacerse cargo de la situación. Se le veía entrar y salir de la sala de torturas junto con Scheller, Héctor Febres, Pernías y Julio Coronel (alias 'Maco'), un miembro del Ejército que hacía labores de enlace en la ESMA. También Astiz fue visto entrar en algunas sesiones.
'Trueno' se ocupó de Alice Domon, a la que sometió a suplicios salvajes. Horacio Maggio, que había caído en las garras de la Unidad de Tareas 3.3.2 en febrero de 1977 con 29 años de edad, pudo hablar con ella y la monja le contó que la habían desnudado completamente, atado a una cama y aplicado picana por todo el cuerpo.
"¿Qué pasó con el muchachito rubio?"
Cuando Maggio la vio por primera vez tenía que ser sostenida por dos guardias porque no podía caminar. Pese a todo, con la blusa arrancada, las mangas rotas y la cara llena de moretones, la monja preguntaba a todo aquel que se encontraba por el “chico rubio”, como una letanía.
Para aquél entonces, María Alicia Milia, tras más de seis meses de secuestro, ya era conocida por los guardias por sus apodos de 'Susana' o 'La Cabra'. Cuando coincide en el baño con dos de las víctimas de la Santa Cruz, uno de los 'pedros' menos crueles parece apiadarse del aspecto lastimoso de la religiosa.
- Susana, ¿usted tiene una camisa para la hermana? – le pide a Milia.
Cuando se la trae y se la entrega, Domon vuelve a indagar por la suerte de Gustavo Niño.
 |
Domon y Azucena, pese a las torturas, preguntaban por la suerte del "muchacho rubio", sin saber todavía que era Astiz. |
|
- ¿Vos sabés qué pasó con el muchachito rubio?
- ¿Qué muchachito? ¿Uno rubio? Si ése es Astiz. Ese es el que los trajo acá – le soltó, aunque luego se arrepintió de la brusquedad de su respuesta.
Pero los torturadores no contaban con el revuelo internacional que se iba a montar con el secuestro de dos monjas francesas. Desde París pronto comenzaron a presionar sobre la Junta Militar y el presidente Videla, comandante en jefe del Ejército.
Desde el Ejército llamaron a la ESMA preguntando si habían sido ellos los que se habían llevado a las religiosas, pero los “bravos” marinos se arrugaron y lo negaron. De repente, el que parecía que se iba a convertir en el gran golpe de la Unidad de Tareas 3.3.2, el fruto de la “arriesgada” infiltración de varios meses del joven Astiz, amenazaba con explotarles en las manos. |